Siento que dentro de mí, discurren ráfagas que actúan cual inquietos remolinos que sacuden, tantas veces, las aparentes aguas tranquilas del lago interior...
Y digo aparentes, porque están repletas de potencias, corrientes que no siempre se manifiestan en el espejo exterior.
Pero empujan, cobran rebeldías, se transforman con sus sacudimientos, y entonces, antes que salten las aguas embravecidas del torrente desbocado, la Providencia me sugiere abrir compuertas, para que no me ahoguen los estallidos de la cascada...
El ser humano no es una burbuja que explote ante un pequeño pinchazo, es sí, espíritu sufrido que es capaz de soportar heridas que sangran sin parar, demoledoras asfixias, incomprensibles injusticias, para que en un acto singular se desprenda de aparentes calmas y abandone adormecimientos que soportan presión, y se disponga a actuar antes de que una campanada le anuncie los silencios que llegan con el turno de la partida definitiva.
Yo trataré de no oír esa voz de bronce, dado que prefiero me convoquen como dice la canción: "voces de bronce, llamando a misa de once...", porque necesito hacerle esquives a la parca, mientras le ruego a Dios que ella me deje en paz, y tenga tiempo de plasmar todo cuanto todavía no he alcanzado, no he dado, para amar lo que no amé, para gritar a los cuatro vientos que no me rindo, y resistiré hasta que me llegue el momento de partir...
Necesito la vida, yo sé que se me ha dado mucha, pero quiero más y más..., hasta que se me aproxime el último suspiro, que será cuando me llamen en serio, al no necesitarme ya más por aquí...
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