jueves, 28 de mayo de 2015

Al que le caiga el sayo que se lo ponga...

Dentro de la brevedad a la que me someto en estas publicaciones en el blog, encaro hoy un tema que no es sencillo, puesto que a la vista está que en general a nadie le gusta que le digan lo que no desea oír, y a los que son necios, les molesta mucho más...
 
Por eso entiendo que el tema en sí es un tanto complejo y a su vez polémico, porque se puede interpretar de modo distinto al que yo le adjudico batallando con las buenas intenciones.
 
Yo todo lo encaro desde el alma y en forma espontánea, y mis intentos tratan de ser constructivos, procurando siempre enriquecer el convivir al arrojar un granito de arena más en el gran desierto de la vida, a partir de mis sueños y mis esperanzas, para que florezcan los oasis de la reparación, la enmienda, y aunque no haya olvidos.., perdonar como nos perdonan.
 
Yo riego constantemente mi parcela interior para crecer, para no hundirme en el barro de la mediocridad, la indiferencia o la falsedad.
 
Jamás haré lo que no deseo que hagan conmigo, como otros lo han intentado y mis rebeldías me llevaron a enfrentarlos.
 
A partir de esas premisas, al que le caiga el sayo que se lo ponga...; mis actitudes y mis dichos no han andado nunca a la deriva, fueron respuestas a quienes se atrevieron a subestimarme, a ofenderme, y a creer que me engañaban.
 
Por otra parte enriquecer el convivir, no es precisamente esquivar los bultos ni la  excesiva prudencia que te silencia y no estimula la sana reflexión, sino todo aquello que se pone al servicio de la Verdad, ultrajada y vilipendiada a más no poder por tantos, en este presente del mundo.
 
Y por ello presenciamos tanta ausencia de amor, de valores esenciales, tantos golpes arteros a la ética, a la moral, a la familia, tantas inconductas hacia los mayores, y tanta falta de respeto a las tradiciones y los símbolos...
 
Lenta y fatalmente vamos perdiendo identidad, y vamos dejando retazos muertos, indignos, de nuestra dignidad herida, al deslizarnos por el tobogán de la declinación.
 
Y por eso también constatamos tanta crisis de fe, en la misma proporción en que el materialismo y la frivolidad le ganan la batalla a la espiritualidad.
 
Podría seguir, pero el esfuerzo por la brevedad me lo impide, no sin antes recalcar con los debidos respetos, que al que le caiga el sayo que se lo ponga...

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


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