Siempre he considerado que el ser humano es la prioridad, quien debe estar por encima de toda corriente de pensamiento, de toda doctrina, y que debe ser respetado por derecho natural, sin discriminación alguna, ya sea por su condición social, raza, color de piel o ideas religiosas que pueda sostener...
Esa certeza la he sostenido cada vez que he tenido la oportunidad de expresarme, incluso en el ámbito religioso del que formo parte, puesto que he sentido en todo momento cuando me dirijo a mis semejantes sean creyentes o no, que serlo no me da derecho ni legitimidad alguna a endilgarme el patrimonio de la Verdad al compartir mi sentir de palabra o por escrito.
En uno de mis ensayos, incluí un artículo titulado: "La iglesia que yo quiero...", donde dejé registro entre otros, de algunos conceptos que transcribo:
"La iglesia que yo quiero..., también debe sincerarse y profundizar procesos de autoanálisis, para que los hombres que están en ella, se eleven transformándose, crezcan, y vivan ciertamente la superación que es imprescindible para legitimizar sus actos, dado que representan la pureza de la Verdad que proclaman, con la gloria imperecedera de quien, con su
Calvario, Muerte y Resurrección, se constituyó en unos de los hechos más importantes en la historia de la humanidad..."
"La iglesia que yo quiero..., no puede eludir la permanente reflexión hacia adentro respecto a las transformaciones que se van sucediendo en el devenir de los tiempos, para que se fortalezcan quienes están en ella, vuelvan a creer los que se han apartado, y se aproximen los que nunca se acercaron..."
"La iglesia que yo quiero..., tiene que sacudir sus tejidos internos para que se desprendan de ellos, todo cuanto provoque rechazos a nuestros semejantes, creyentes y no creyentes, puesto que todos deben ser considerados como hermanos, hijos de Dios, ya que por todos ofreció su vida el Señor..."
En definitiva, replantearnos una profunda y sincera reflexión, comenzando por cada uno de nosotros, pastores y laicos, en aras de encontrar caminos y formas de divulgar mejor, con más llegada, la inmensa Verdad que nos ha hecho libres...
Porque esa Verdad que nos ha concedido la fe, no puede ser solamente para nosotros, es imprescindible compartirla, dándonos sencillamente, sin esperar nada a cambio, nada más que por amor, y solamente porque sí..., en un caminar en el que paso a paso nos estaremos aproximando hacia nuestro destino, esquivando las sombras de las apariencias que se disfrazan de insensatas hipocresías...
No hay comentarios:
Publicar un comentario