lunes, 4 de agosto de 2014

Siento, pienso, y el dolor hace explotar mis rebeldías...

Yo sufro y siento el dolor de mis semejantes como si fueran propios. Ellos se anteponen a los míos, que también los tengo.
Siento el hambre de los hambrientos, siento la sed de justicia, siento la angustia de los postergados.
Hoy un amigo me ha propuesto un tema de reflexión: "Sed de justicia, conformismo, impotencia, escepticismo..." a partir de un artículo realizado por un sacerdote sobre una parte de la doctrina cristiana.
Y no pude contenerme para expresar una respuesta más elaborada, porque desde mis entrañas siento, pienso, y el dolor hace explotar mis rebeldías...
Y procuro comprometerme con el vuelo de mis pobres alas y los limitados modos a mi alcance, para luchar contra tanta indolencia, tantas indiferencias, tanta maldad, y contra la impiedad de los olvidos...
Siento las mentiras de la manipulación globalizada empeñada en no dejarnos pensar.
Siento horror cuando las moscas se deleitan en los labios, ojos y narices de los rostros enflaquecidos de niños cadavéricos subsistiendo en medio del abandono, y me da vergüenza.
Siento en el alma la desgarrante flagilidad de los esqueletos vivientes envueltos en piel seca ya casi sin vida.
Siento un inmenso dolor por las niñas flageladas por conceptos tribales y destinos puesto que les privan sus naturales inocencias.
Siento el tormento de los que se nutren revolviendo miserias.
Siento que mis rebeldías denuncian y acusan a los grandes señores poderosos que están allí, aunque no los veamos, digitando nuestras vidas, el padecer de tantos, mientras ellos están escondidos en sus tronos intocables gozando del manejo tramposo de su poder dinerario, siempre indiferentes de las heridas que van abriendo a lo largo y ancho del mundo, que no cicatrizan y por las que se les va la vida a quienes esclavizan. 
Y ante esas escenas tan crueles, no me permito prescindencias y en forma permanente sacudo mi ser, para impedirle que ningún abrojo de indiferencia se me prenda en algún rincón del alma y pueda desprenderlo para poder pisotearlo y triturarlo como se deben tratar las miserias y así apartar de mí toda indolencia, toda impotencia,  todo atisbo de escepticismo, agujeros por donde se diluyen las esperanzas  y la dignidad a las que todos tienen más que legítimos derechos...
Es un tema inacabable que nace de este mundo que hemos hecho, mal encarado, y muy bien explotado por los espíritus endemoniados y mezquinos que andan por todos lados aunque no percibamos las trampas que nos van montando por las selvas de la vida, que yo prefiero esquivar para transitar por los senderos del amor...
   

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