No hay para mí un despertar en el que no me sienta motivado y necesitado, para asumir la disposición de ofrecer la vida y dar gracias por ello...
En cada aurora, un nuevo renacer cotidiano es lo que me propongo, dejando atrás al ser que en cada presente debo superar, vencer, elevar, siempre orientado hacia horizontes nuevos.
Así considero mi existencia, y sin la osadía de ninguna atrevida comparación que por supuesto no está ni estará nunca en mí, busco con la medida de mi humilde sencillez, la luz superior que ilumine mi pequeña resurrección y por ello, entrego la vida y vivo dando gracias por hacer uso de ese modo, prisionero de la certeza de la fe, de la libertad que me han dado junto con la vida.
Pasan los años y más se afirman mis convicciones, más sustento siento dentro de mí, más seguro se siente mi templo sobre la roca desde la que procuro consolidar mis dichos y concretar mis testimonios.
Los que están a mi alcance, dándolo todo sin esperar nada a cambio, mientras me aproximo paso a paso a mi destino, para conquistarlo en total simbiosis con el amor sin otra razón que porque sí...
Nada más tengo que pedirle a la vida en la que se me ha dado tanto...
Mis mayores riquezas no son precisamente materiales, son intangibles espirituales que han poblado de sueños mi existencia con los pies en la tierra, más allá de que siempre intentaré volar, desplegando las alas de mi libertad para elevarme, para visualizar la realidad desde otras perspectivas y esquivando y combatiendo las sombras que arrojan miserias sobre los hombres...
Involucrado y comprometido con cada presente que se me permita vivir, en cada amanecer surgirá mi grito interior para sacudir toda inacción que detenga mis permanentes ansiedades, aprontando mi universo para ofrecer la vida y dar gracias a Dios por ello...
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