lunes, 1 de agosto de 2011

¿Te vas a complicar en el atardecer de la vida?

Pero claro que me voy a complicar, como siempre, involucrándome y estando alerta ahora más que nunca, cuando ya no se le puede dar la espalda a nadie inocentemente, a nadie, ni siquiera a un niño, aunque me duela en el alma expresarlo...

Este es un mundo nuevo, con otros códigos, muy apartados de los que yo mamé desde niño.

Yo sé que hay gente que ha caminado mucho por las calles de la vida, que cree, a mi entender equivocadamente, que ya no está para someterse al desgaste de luchar por transformar este presente en todo cuanto atente contra la dignidad del hombre.

Y como no comparto esa postura, al entender que debo seguir regando surcos y caminos nuevos con mi eterno transpirar, me empecino sin ningún temor, respondiendo a ese impulso interior que me lleva, inclaudicable, a no permitir que prevalezca la prescindencia cuando mi corazón y mi razón me indican que debo ser luciérnaga, todavía.

Y en lo que esté a mi alcance, trataré de iluminar allí donde las tinieblas se multiplican con reinados aberrantes, cuando para ello es imprescindible estar allí para hacerles frente cualquiera sea el disfraz que se coloquen para confundirnos...

Yo tengo mi existencia alineada en un bando contrario, ocupo trincheras que se mantienen firmes y no aquellas que se abandonan en retirada hacia las retaguardias, y nada ni nadie podrá hacerme abdicar de mis propósitos, ni siquiera, la llegada del atardecer...


Así he vivido mi vida, metiendo en mis entrañas la certeza de que solamente envejezco por fuera y jamás por dentro.

Y a esta altura de mi transitar, ya no se torcerá el tronco de mi sustento, que como el árbol sano sigue creciendo hacia arriba, buscando la luz.

Justamente es en el atardecer, cuando se deberían multiplicar las entregas, sin alardear, con todo lo aprendido en la universidad de la vida, y aún más cuando parten del corazón.

Asumir el rol, el compromiso de involucrarse, en el tiempo en que ese tronco alcanza la dureza del diamante y como él, que no te marquen las huellas de la insensatez ni ser cómplices con el silencio que no pelea y pierde rebeldía ante las atrocidades de los hombres que le dan la espalda al amor...









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