Interrumpo hoy el registro de los pantallazos que vengo haciendo de lo hecho, de los libros que han acompañado mi vida en más de treinta años, para referirme a mi extrañeza sobre un hecho que parece ser incomprensible.
Se aprobó una reforma sanitaria en los Estados Unidos, peleada, muy peleada, negociada. No es seguramente la que propuso y deseaba el Presidente Obama, pero es un paso fundamental para un pueblo y una cultura muy diferente a nuestro modo de ver y pensar.
Lo incomprensible es que les resulte tan fácil levantar la mano y votar afirmativamente para aprobar guerras injustas, y les sea tan dificultoso hacerlo para aprobar la solidaridad...
Yo sé que la solidaridad tiene un enorme costo en ese caso, pero, ¿acaso las guerras no lo tienen?
Tienen derecho a pensar y a votar lo que entiendan más acorde a su moral y a su cultura. Pero hay valores esenciales y diferencias sustanciales entre la vida y la muerte que no debo ni puedo silenciar, y lo sostengo con respeto hacia ese pueblo y esa poderosa nación que a veces no comprendo y por supuesto, no comparto.
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