Los hechos nefastos del ayer, la frivolidad, el escándalo, el desencuentro fatal en los conductores políticos que atomizan a los partidos, las agresiones, los insultos, las descalificaciones, la violencia en total desmadre, la manipulación y sus sesgos tendenciosos, el oscurantismo cultural, la desfachatez, los desenfrenos, el consumismo alentado con las formas más arteras, el mercado con sus salvajismos, los infaltables cómplices de siempre, los falsos altares que se levantan por doquier para rendirle culto al dinero y los engaños, el horror de las guerras, las crisis de ambiciones, los amordazamientos, las mentiras que nos mienten, la ausencia de valores, las enajenantes ideologías del odio, el rencor y el terror, la inconmensurable distancia cada vez más notoria entre los más ricos y poderosos en sus cúspides, y aquellos que son condenados a ser cada vez más pobres para habitar los tugurios donde abundan las miserias..., aspectos que nos avergüenzan y nos interpelan, lamentablemente crecientes en "en toda su extensión imaginaria..."
¿Y qué espacios se nos reservan para propiciar un despertar restaurador?
¿Y para las nuevas generaciones, qué, si siempre, siempre, ofrecen más de lo mismo?
Tenemos que aferrarnos a las esperanzas y a los motivos que nos conduzcan por senderos en los que paso a paso, aproximándonos, nos conduzcan a la salvación, sin jamás desfallecer..., sin dejar nunca de soñar...
Un despertar restaurador, buscando el resplandor que nos guíe, requiere en forma imprescindible, un sacudimiento interior individual, como reacción que propicie la elevación colectiva...
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