sábado, 16 de junio de 2018

UNA POQUEDAD QUE NO COMPRENDE LO INCONMENSURABLE...

Seguiré desafiando el enorme porcentaje de mi cerebro no exigido, no desarrollado, ante la imprescindible necesidad de que esta maravilla que es la vida, no quede en la poquedad con la que en general, recalcan las investigaciones científicas...

Si en verdad que con la existencia se nos ha regalado un inmenso potencial, pues vayamos a su encuentro, justamente, para que el ser humano  pueda alcanzar una dimensión, con la que no sea devorado por los agujeros negros que lo pueden atrapar, y se apaguen los destellos de la vida...

No sé la razón precisa, pero este intento me lleva al infinito insondable del universo, y a la incomprensión humana de sus potencias y latitudes, como estableciendo un imaginable parangón con lo que ocurre con nuestro cerebro, esa parte todavía desconocida para el hombre común, del que soy parte, de sus circuitos, de sus laberintos, de sus conexiones, de sus posibilidades indefinidas y no activadas, antes que la neutra anquilosis se las devoren..., impidiendo que el permanente movimiento transformador y expansivo se manifieste para bien de la especie...

Ese infinito insondable del universo hacia el que se trasladó mi mente, tiene que haber sido provocado por una información en la que ayer me sumergí sobre el avance tecnológico que ha permitido a la ciencia de investigación espacial, divulgar una noticia que asombra a nuestra pequeña capacidad de absorción humana, y es la comprobación de un destello (chorro) detectado a longitudes de onda de radio que se expande a una velocidad de 75.000 kilómetros por segundo en determinada dirección, desde un agujero negro supermasivo (por contener más de 20 millones de masas solares al devorar a una estrella) y luego expulsar la mitad de esa masa al espacio en longitud de onda infrarroja en forma de desrupción por mareas, lo que ha sido detectado a casi 150 millones de años luz de la tierra.

Esa velocidad de 75.000 kilómetros por segundo en determinada dirección, es una cuarta parte de la velocidad de la luz que es de 300.000 kilómetros por segundo..., todo lo cual, anoche me llevó a soñar esta entrega que comparto más o menos en estos términos, aunque sea incomparablemente imposible la semejanza entre el potencial "inmenso" de nuestro cerebro con la porción cognitiva del mismo que es porcentualmente "mínima", con esas distancias, realidades y velocidades cósmicas, que no caben en la poquedad de nuestra comprensión...



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